miércoles, 7 de septiembre de 2011

BAJO FAROLAS SIN VIDA












Inician la retirada,
Trasladaban ya mis piernas 
Cansancio del andar hacia
La vieja y sola plazuela,
Y es allí que me convierto,
Bajo farolas sin vida,
Donde me alumbran riquezas,
Donde atiendo todas quejas 
De lacayos transeúntes
Que fueran otrora altezas.


Desde mi pequeño trozo 
De reino veo pasar
Yo almas sin unos zapatos,
Trozos, pedazos de harapos,
Gatos ya desahuciados, 
Pena y gloria, a mancebos
De desforzada sonrisa, 
Quizá algún que otro docente
Edulcorado y con rostro 
Enfurruñado pasando
Con la prisa por mi edén.


Yo desde mi corte dicto 
Edicto a lo que mis ojos
Ven, avergonzándose mi 
Nirvana de tan mundana 
Extravagancia por parte
Ignorancia de un gobierno 
Bastante más que efectista,
Viendo cruzar raudos sueños 
Sin tejado, siendo magros
De vista, cuya guerra no
Es más que la malandanza 
De un corazón muy mandón.


Así es como éste mi pecho 
Acostumbra a respirar
Los días, maridar fríos 
Invernales en que el bélico 
Viento desnuda mi marra
Persona, y ya veis como
Sorbo las noches, pajita
Y maña en mis secos labios,
Bajo farolas sin vida
Que me coronaron rey.

lunes, 5 de septiembre de 2011

MI FRIA MAÑANA





















Paseando iba tranquilo
Yo, sereno a través de aquel,
Aquel nuestro fiel terreno,
Conquistador de novicios
Besos dados a escondidas
Y que ponían de erizo
Nuestras dos lozanas pieles
En la encendida intimidad,
Para mis adentros yo me
Dije a mi mismo que aquellos
Mis andares si no hermosos
Si extraños me resultaban,
Así lo confirmaba mi
Semblante que divagaba
Distante por el instante
Que abrumaba esa mi mente
Ahora ya despeinada
Entre la ventisca alzada,
Rodeando ésta ya arisca
Semblanza y fría mañana.

Ya no suaves las pisadas
Eran las que ahora daba,
La tierra se me crujía
Y ante mí se lamentaba,
Enfadada ensuciaba mi
Desfallecido pisar.
Golosos mis oídos no
Eran ya por escuchar
Gorriones cantar aquella
Nuestra mejor canción de amor,
Más bien daban a entender
Con razón que hubo llegado
El fin de nuestro querer
Al silenciar aquel amor,
No tan saludable al albor,
Serlo paseado a pie
Aquella fría mañana.

El sudor caló rendido
Todo ese temor cuando allá,
Al final de mi camino
En aquel nuestro terreno,
En el suelo allí tirada,
Sucia y semi enterrada se
Encontraba mi quimera,
La jura de mi bandera,
La de toda vida entera,
A la que yo hice promesa
No faltarle nunca besos
A aquellos tus dulces labios,
Caricias bajo la luna,
A cariños y te quieros,
Al mirar de mi te amo
Al despertar, al soñar.

Días pasar todo es sueño
Ambiguo en éste terreno
Antiguo que hoy yo recuerdo
Al andar y pasearme,
Del que ya no percibo la
Impaciencia de quererte
Besar y en el que apenado
Me rompo a llorar dejándome
Frustrado ese mi donaire
Vencido, viendo tu alma
Huída sin avisar
Ahora suelo recitar,
Entre la brisa escarchada
Con la sombra despechada,
Que te fuiste siendo no más
Que sola mera embustera.

Ahora espero varado,
Anclado sobre aquel suelo
Por el que ya no espero más
Que sea ameno el pasear
Por él, que te llegue envuelto
Mi mensaje éste en aquel
Coraje del que aun mis pocos,
Ralos recuerdos disponen,
Mi frío adiós en aquella
Mi fría sola mañana.

domingo, 4 de septiembre de 2011

HUBO UNA VEZ UN LEVANTINO
























Hubo una vez un levantino cuyo corazón
Marino siempre envalentonaban esas mañanas,
Las que tras los cristales de los ventanales daba
Gusto acariciar, hasta los pájaros poder tocar,
En las que el terreno abrazaba las desnudas rocas
Que tenían el coraje al dejarse erosionar
Por Bullicioso oleaje que precedía al mar.
Al viento echaba besos para que aquella muñeca
Porcelana, moldeara su cariño tras aquellos
Cristales de enamorados y bellos ventanales
Donde desfilaba el contoneo de la juventud,
En plenitud su belleza, balanceando leves
Sonrojos de inocencia ante su perspicaz presencia.
Nunca supo en certeza si aquel cruce de miradas
Eran simples de enamorarse o si eran obligadas,
Si eran juegos de malicia y provocación aquellos
Oculares mensajes que lidiaban su corazón,
Más en una cierta ocasión y más en cierto día,
Compungida se vio su vista ante la negación
De sus andares de cadera en forma repentina
Cuando vio que recorría aquellas calles el luto.
Bajo un hollado sol, campanas a entierro sonaban
Por la ventana del levantino de corazón
Marino que envalentonaban todas las mañanas,
Entonces él supo que a quien llevaban difunta a hombros
Al contoneo de la juventud en plenitud
De su belleza no era otra más que su misma amada,
La muñeca de porcelana que le moldeaba
Cariño tras aquellos cristales enamorados
De alegres y solventes ventanales que a través
Del marco de aquella ventana tras la que jugaban
Al rubor del amor, nunca más le acariciaría
La mirada, pues tenía las cortinas echadas.